Letras de tango
Ojos negros
Música: Vicente Greco
Letra: Pedro Numa Córdoba
Ojos negros y... soñadores
de mis amores
dueños ellos son.
Ojos que encantan a mi alma
y que dan dulce calma
a mi fiel corazón.

Cuando en su cristal
me suelo mirar
me causa placer,
porque en ellos yo
suelo adivinar
su mucho querer.

Nunca jamás
podré olvidar
la expresión arrobadora
de tu faz.

Como divinos luceros
son tus ojos negros
dignos de admirar,

y por ellos yo me muero
y en sus pestañas quiero
poder siempre besar.

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Olvido
Música: Luis Rubistein
Letra: Luis César Amadori
Si pensara alguna vez en lo que fui
no tendría ni la fuerza de vivir...
Pero yo sé que hay que olvidar
y olvido sin protestar.
En la obscura caravana de dolor
de los hombres que perdieron el hogar,
sin blasfemar, sin un rencor,
voy solo con mi canción.

Nadie pregunta
lo que he sido en el pasado,
si fui rico, si fui honrado,
si hubo sedas en mi cuna.
A nadie importa
quién soy yo, de donde vengo,
y si alguno se me acerca
me pregunta cuánto tengo...
Miran los trapos
que delatan mi pobreza de hoy
y en esos trapos lee la gente
cuánto valgo y quién soy...
Pero no importa,
para mí que lo he vivido,
yo sé todo lo que he sido,
lo que nunca más seré...

Es por eso que mi boca no dirá
el secreto de un pasado que perdí...
Fui gran señor, creo en un Dios
que a veces me niega el pan...
Y en la obscura caravana de dolor
de los hombres que perdieron el hogar,
sin blasfemar, sin un rencor,
voy solo con mi canción.

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Oración rante
Música: Aldo Queirolo
Letra: R. Chanel
A tus pies, de rodillas, Dios santo,
este reo te da el corazón.
Nunca supe rezar ni un cachito,
pero vengo a pedirte un favor.

Se me muere mi pobre viejita,
solo ella me queda, sabés.
Me dijeron que vos sos muy bueno
y que muchos favores hacés.

Escuchame, Padre Nuestro,
mi viejita se muere,
todos los reos te quieren,
aunque no sepan rezar.

Los muchachos de la barra
están rodeando mi vieja
y compartiendo mi queja,
todos te piden piedad.

Siempre llevo en el pecho colgada
la medalla en donde estás vos
y al hinchar por mi club favorito,
te pedí muchas veces un gol.

Hoy llorando, te ruego, te imploro
por mi viejita, que está en el final,
yo por ella te entrego mi vida,
Padre Nuestro, tenés que escuchar.

Si ella se salva, Dios Santo,
junto a la rante patota,
con una vela grandota,
caminaré hasta Luján.

Perdoná a este pobre reo
que en esta forma te reza,
pero, se muere mi vieja
y me tenés que escuchar
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Organito de la tarde
Música: Cátulo Castillo
Letra: José González Castillo
Al paso tardo de un pobre viejo
puebla de notas el arrabal,
con un concierto de vidrios rotos,
el organito crepuscular.
Dándole vueltas a la manija
un hombre rengo marcha detrás
mientras la dura pata de palo
marca del tango el compás.

En las notas de esa musiquita
hay no sé qué de vaga sensación
que el barrio parece
impregnarse todo de emoción.
Y es porque son tantos los recuerdos
que a su paso despertando va
que llena las almas con un gran deseo de llorar.

Y al triste son
de esa su canción
sigue el organito lerdo
como sembrando a su paso
más pesar en el recuerdo,
más calor en el ocaso.
Y allá se va
de su tango al son
como buscando la noche
que apagará su canción.

Cuentan las viejas que todo saben
y que el pianito junta a charlar
que aquel viejito tuvo una hija
que era la gloria del arrabal.
Cuentan que el rengo era su novio
y que en el corte no tavo igual...
Supo con ella, y en las milongas,
con aquel tango reinar.

Pero vino un día un forastero,
bailarín, buen mozo y peleador
que en una milonga
compañera y pierna le quitó.
Desde entonces es que padre y novio
van buscando por el arrabal
la ingrata muchacha
al compás de aquel tango fatal.

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Orgullo tanguero
Música: Luis Stazo
Letra: Enrique Cadícamo
Con este tango no se pierde el compás
porque es porteño, milonguero y varón.
Mi tango es éste que se llama arrabal
y lo demás es puro cuento...
Desde pebete lo escuchamos roncar
por los deslindes de Barracas al Sur
y en los bailongos lo hemos visto bailar
al Cachafaz, que era una luz...

Tango mío... Tango reo...
del T.V.O., del Palais y Armenoville.
Tu perfume tan lejano de recuerdos
se hace llanto en la armonía del violín.
Tango mío... Tango reo...
¡Qué será de aquel amor que ya perdí!...

Con este tango retobado y pintón
de gran canyengue y malevo compás,
está latiendo con porteña emoción
el corazón de Buenos Aires.
Por más que venga otro estilo a tallar,
por más que quieran disfrazarlo, yo sé
que el tango nuestro nunca debe cambiar,
así nació y así ha de ser.

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Oro muerto (Jirón porteño)
Música: Juan Raggi / Julio Navarrine
Letra: Juan Raggi / Julio Navarrine
El conventillo luce su traje de etiqueta;
las paicas van llegando, dispuestas a mostrar
que hay pilchas domingueras, que hay porte y hay silueta,
a los garabos reos deseosos de tanguear.
La orquesta mistonguera musita un tango fulo,
Los reos se desgranan buscando, entre el montón,
la princesita rosa de ensortijado rulo
que espera a su Romeo como una bendición.

El dueño de la casa
atiende a las visitas
los pibes del convento
gritan en derredor
jugando a la rayuela,
al salto, a las bolitas,
mientras un gringo curda
maldice al Redentor.

El fuelle melodioso termina un tango papa.
Una pebeta hermosa saca del corazón
un ramo de violetas, que pone en la solapa
del garabito guapo, dueño de su ilusión.
Termina la milonga. Las minas retrecheras
salen con sus bacanes, henchidas de emoción,
llevando de esperanzas un cielo en sus ojeras
y un mundo de cariño dentro del corazón.

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Oro y plata
Música: Charlo
Letra: Homero Manzi
(milonga)
Un broche de aguamarina y una esterlina te regaló.
Tu negro, que era muy pobre, no tuvo un cobre para el amor.
Un pardo de ropa fina para tu ruina te convenció.
Yo digo que una mulata, por oro y plata se enamoró.

¡Ay!
Late que late, y el cuero del parche bate
con manos de chocolate, el negro que la perdió;
rueda que rueda, lo mismo que una moneda,
con ropas de tul y seda, la negra que le mintió.
Todos los cueros están doblando,
Pero sus ojos están llorando,
que un pardo de cuello duro
fumando un puro se la llevó.

¡Ay!
Siga que siga,
no sufras ni la maldigas
que el cielo también castiga
la culpa de la ambición.
La manos en la tambora
mientras tu pena, llora que llora.
Yo digo que es un tesoro
de plata y oro tu corazón.

Tu corazón.
Tu corazón.

Un broche y una esterlina
fueron la ruina de una pasión.
Un pardo con diez monedas
forró de seda tu corazón.
La plata siempre es la plata
que hiere y mata sin compasión,
yo digo que una mulata
por oro y plata se enamoró... ay...

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Otario que andás penando
Música: Enrique Delfino
Letra: Alberto Vaccarezza
Jajarai, jajai, jajá,
jarajajai, jajai, jojó...
Otario, que andás penando
sin un motivo mayor,
¿quién te digo que en la vida
todo es mentira, todo es dolor?
Si tras la noche oscura, siempre
asoma el sol...
Yde la vida hay que reirse
igual que yo. ..
Jajarai, jajai, jajá,
jarajajai, jajai, jojó...

¿Qué te importa si la paica
del bulín se te fugó
y te traicionó el amigo
y la timba te secó?
Si el destino, que es criollazo,
justicieroy vengador,
ya ha de darlos contra el suelo
a la ingrata y al traidor...

Suene, suene la guitarra,
que se estire el bandoneón,
que la música es olvido
y el olvido, la ilusión
que ha de darnos la alegría
y consuelo en el dolor,
pa que todos nos riamos
igual que me río yo...

Jajarai, jajai jajá,
jarajajai, jajai, jojó...

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Oyeme
Música: Enrique Francini
Letra: Homero Expósito
Oyeme: hablemos del adiós...
Tu forma de partir
nos dio la sensación
de un arco de violín
clavado en un gorrión.
Sálvame,
que anoche comprendí
que es corta una canción
para poder llorar
la desesperación
de tanta soledad.
Óyeme,
¡me tienes que escuchar!
Si ayer que pude hablar
pensaba de perfil,
ahora que no estás
no sé pensar en ti.

Llorar
ya no podré,
y con llorar
igual no has de volver.
Por eso grito mi dolor desesperado
como hincado en las ternuras del pasado.
Porque el pasado es una noria de preguntas
que me deja con las manos siempre juntas,
pidiendo... ¿para qué?
Si no poder llorar es comprender
que ya no volverás...

Fue en abril
el año, ¿para qué?
la tarde estaba gris,
llovía aquí también
un llanto de violín
y un verso de papel.
¡Basta ya! ¡Qué fácil comprender
que abril puede volver,
que el sol ha vuelto ya,
que volverá a llover
y tú no volverás!

Óyeme.
¡Me tienes que escuchar!
Por más que pueda más
la noche ser más cruel,
aquí todo está igual
e igual te esperaré.

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