Letras de tango
La abandoné y no sabía
Música: José Canet
Letra: José Canet
Amasado entre oro y plata
de serenatas
y de fandango;
acunado entre los sones
de bandoneones
nació este tango.
Nació por verme sufrir
en este horrible vivir
donde agoniza mi suerte.
Cuando lo escucho al sonar,
cuando lo salgo a bailar
siento más cerca la muerte.
Y es por eso que esta noche
siento el reproche
del corazón.

La abandoné y no sabía
de que la estaba queriendo
y desde que ella se fue
siento truncada mi fe
que va muriendo, muriendo...
La abandoné y no sabía
que el corazón me engañaba
y hoy que la vengo a buscar
ya no la puedo encontrar...
¡A dónde iré sin su amor!

Al gemir de los violines
los bailarines
van suspirando.
Cada cual con su pareja
las penas viejas
van recordando.
Y yo también que en mi mal
sufro la angustia fatal
de no tenerla en mis brazos,
hoy la quisiera encontrar
para poderla besar
y darle el alma a pedazos...
Pero inútil... Ya no puedo...
Y en sombra quedo
con mi ilusión.

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La bicicleta blanca
Música: Astor Piazzolla
Letra: Horacio Ferrer
(polca/tango)
Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche.
Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de dónde cuernos viene, jamás se le conoce a dónde diablos va.
De todos modos, si lo vieras pasar, miralo con mucho Amor: puede que sea, otra vez...

El flaco que tenía la bicicleta blanca;
silbando una polkita cruzaba la ciudad.
Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas
¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal!

Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra.
Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan.
Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas,
y él mismo se animaba, gritando al pedalear.

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Meté, flaquito corazón!
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir..."

Todos, mientras tanto, en las veredas,
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
y él, con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía,
y sabía repetir:

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Dale con todo, Dale, Dios!..."

Pero cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar una enorme cola fosforescente. ¡Increíble!: los pungas devolvían las billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre; los ovnis nos revelaban el misterio de la Paz; el Intendente, en persona, rellenaba los pozos de la calle, y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo esa luz la polka del ciclista.

Después, no sé, ¡te juro!, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, ¡pobre flaco!, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.

Le dimos como en bolsa, si asco, duro, en grande:
la hicimos mil pedazos... Y, al fin, yo vi que él,
mordiéndose la barba, gritó: "¡Que yo los salve!..."
Miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.

(Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra: ¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles sino hombres y mujeres?)

Flaco,
no te quedes triste,
todo no fue inútil,
no pierdas la fe...
en un cometa con pedales
¡dale que te dale!
yo sé que has de volver...

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La brisa
Música: Francisco Canaro / Juan Canaro
Letra: Juan Andrés Caruso
Era una tarde, corría una brisa,
muy cálida y suave por la rosaleda.
Cerca del lago, leyendo poesías,
estabas oculta entre la arboleda.
Turbé el silencio
con mis pisadas
hubo un suspiro
y dos miradas.
Era una tarde, corría una brisa,
muy cálida y suave por el rosedal.

Y nos volvimos a ver
en aquel mismo lugar
y grabado en un rosal
quedé un nombre de mujer
como un recuerdo imborrable
de horas vividas de ilusión.
Mientras la tarde moría
y el sol nos enviaba
un beso de amor.

Mas no éramos iguales
y eso nos separaba,
un mundo de distancia
había entre los dos.
Tu eras de familia
muy rica y distinguida,
yo, en cambio, solamente
era un trabajador.
Vivías entre el lujo,
en un regio palacio,
ningún amor sincero
podías tu sentir.
Tus autos y lacayos,
tu oro y pedrería,
tus sedas, tus encajes
te alejaron de mi.

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La bruja
Música: Juan Polito
Letra: Francisco Gorrindo
Ahogando este grito que sube del pecho,
y llega a los labios cargao de rencor,
yo vuelvo a tu lado, atadas las manos,
pero pa' decirte que todo acabó,
Que ya no me importa tu risa o tu llanto,
que a fuerza 'e coraje vencí al corazón,
y que hoy como nunca mirándote cerca,
te veo realmente, así como sos.

La Bruja,
que ayer fuera reina de todo mi ser,
hoy, roto el encanto, no es más que mujer.
La Bruja,
montón de caprichos que me esclavizó,
hoy es un paisaje, cubierto de horror.

Me vuelvo a la vida sencilla y honrada,
me vuelvo a un cariño que es noble y leal,
y puede que un día, curada mi alma,
a fuerza de hombría levante un hogar.

Entonces, acaso, me habré redimido,
y vos, para entonces, quién sabe si sos,
un cacho de invierno cargado de males,
un resto de vida, un poco de tos.

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La cabeza del italiano
Música: Antonio Scatasso
Letra: Francisco Bastardi
¡Muchachos a reír!...
¡Muchachos a gozar!...
Que yo quiero cantar
la dicha de vivir.

Aquí, junto a mi amor
que yo venero,
me río del dolor
del mundo entero.

Así, juntito a mí,
como lo manda Dios,
vos mi Rodolfo sos
y yo soy tu Mimí.

Y mi alma infantil
que es toda tuya
alegra tu bulín
estudiantil.

Acordate que vos la mar de veces
con un cacho de pan y diez de queso
tenías que estudiar y eran mis besos
que hacían completar nuestro sostén.

Y acordate esa vez que me trajiste
enuvelta en un papel y muy ufano
la cabeza "frappé" del italiano
que un tiro se pegó en el almacén.

¡Muchachos a reír!...
¡Muchachos a gozar!...
Que yo quiero cantar
la dicha de vivir.

Aquí junto a mi amor
que yo venero
me río del dolor
del mundo entero.

Así, juntito a mí
como lo manda Dios
vos mi Rodolfo sos
y yo soy tu Mimí.

Y mi alma infantil
que es toda tuya
alegra tu bulín
estudiantil.

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La calesita
Música: Mariano Mores
Letra: Cátulo Castillo
Llora la calesita
de la esquinita sombría,
y hace sangrar las cosas
que fueron rosas un día.
Mozos de punta y hacha
y una muchacha que me quería.
Tango varón y entero
más orillero que el alma mía.
Sigue llorando el tango
y en la esquinita palpita
con su dolor de fango
la calesita...

Carancanfún... vuelvo a bailar
y al recordar una sentada
soy el ranún que en la parada
de tu enagua almidonada
te grito: ¡Carancanfún!
Y el taconear
y la "lustrada"
sobre el pantalón
cuando a tu lado, tirado,
tuve mi corazón.

Grita la calesita
su larga cuita maleva...
Cita que por la acera
de Balvanera
nos lleva.
Vamos de nuevo, amiga,
para que siga
con vos bailando,
vamos que en su rutina
la vieja esquina
me está llamando...
Vamos, que nos espera
con tu pollera marchita
esta canción que rueda
la calesita...

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La calle sin sueño
Música: Lucio Demare
Letra: Enrique Cadícamo
El amor
que he perdido y sin embargo lo sigo buscando
está vivo en mi carne doliente y lo siento en mis venas quemar.
En mi copa la veo asomando
su rostro... sonriente
y juntando mi boca a su imagen
la beso... la absorbo... la siento embriagar.
Su bar vende un rubio veneno
que apaga la sed y el dolor.

Se llama la Calle sin Sueño,
y yo voy buscando al pasar
un poco de alcohol y de ensueño
anclado en la barra del bar.

Ilusión
de encontrarla en el milagro de un loco espejismo,
de volver a soñar que me quiere y que nada nos va a separar.
Pero luego ese loco espejismo
se burla... se esfuma...
y otra vez todo rueda al abismo
y quedo más triste bebiendo en el bar.

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La canchera
Música: Alberto Hilarion Acuña
Letra: Solabarrieta
Cumplió cuarenta señores
y esta un kilo todavía,
aún guarda la lozania
de sus primeros albores.
La mesa llena de flores
daba un sello de esplendor,
a la fiesta que en su honor
un viejito le ofrecía,
que a más de su simpatía,
era un cheque al portador.

Una luz pa' cachar giles,
pinta fina, alma orillera,
se diplomó de canchera
justo a los dieciocho abriles.
Tira los mangos de a miles,
fuma y le gusta escabiar,
empilcha que ni que hablar,
come en la mejor cantina,
cuando llega la matina,
recién se va a apolillar.

No hay lugar transnochador
que no conozca esta leona,
desde un bar tipo Martona
hasta el cabaret más flor.
Aerolíneas, tren, vapor,
Mar del Plata, Miramar,
casino, pronto fichar,
la vivió bien de primera,
el diploma de canchera
lo supo hacer respetar.

Bien sabe que a su hermosura
ya le queda poco paño
también sabe que los años
se morfan cualquier pintura.
Pero ya cuando Natura
le empiece a dar con rigor,
tendrá un piso, un auto flor,
el viejito, la chequera,
y más guita en la cartera,
que el Banco de Nueva York.

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La canción (Flor de mburucuyá)
Música: Juan de Dios Filiberto
Letra: Lito Bayardo
Flor de mburucuyá
abre tu balcón
para mi cantar.
Luz de mi corazón
oye la canción
que a tu encuentro va.
Flor de mburucuyá,
con tu nombre azul
en mi vida estás.

En un ventanal
así se escuchó
sentida canción
a una mujer.
Aquel trovador
por ella jugó
su sueño de amor
que tuvo y perdió.
De aquel ventanal
caía un jazmín,
con esta canción
tan dulce que oí.
Ahora, mi bien,
yo quiero cantar
la vieja canción
por vos y por mí.

Flor de mburucuyá
abre tu balcón
para mi cantar.
Luz de mi corazón
oye la canción
que a tu encuentro va.
Flor de mburucuyá
con tu nombre azul
en mi vida estás.

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La canción de Buenos Aires
Música: Orestes Cufaro / Azucena Maizani
Letra: Manuel Romero
Buenos Aires, cuando lejos me vi
sólo hallaba consuelo
en las notas de un tango dulzón
que lloraba el bandoneón.
Buenos Aires, suspirando por ti
bajo el sol de otro cielo,
cuando lloró mi corazón
escuchando tu nostálgica canción.

Canción maleva, canción de Buenos Aires,
hay algo en tus entrañas que vive y que perdura,
canción maleva, lamento de amargura,
sonrisa de esperanza, sollozo de pasión.
Este es el tango, canción de Buenos Aires,
nacido en el suburbio, que hoy reina en todo el mundo;
este es el tango que llevo muy profundo,
clavado en lo más hondo del criollo corazón.

Buenos Aires, donde el tango nació,
tierra mía querida,
yo quisiera poderte ofrendar
toda el alma en mi cantar.
Y le pido a mi destino el favor
de que al fin de mi vida
oiga el llorar del bandoneón,
entonando tu nostálgica canción.

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La cantina
Música: Aníbal Troilo
Letra: Cátulo Castillo
Ha plateado la luna el Riachuelo
y hay un barco que vuelve del mar,
como un dulce pedazo de cielo
con un viejo puñado de sal.
Golondrina perdida en el viento,
por qué calle remota andará,
con un vaso de alcohol y de miedo
tras el vidrio empanado de un bar.

La cantina
llora siempre que te evoca
cuando toca, piano, piano,
su acordeón el italiano...
La cantina,
que es un poco de la vida
donde estabas escondida
tras el hueco de mi mano.
De mi mano
que te llama silenciosa,
mariposa que al volar,
me dejó sobre la boca, ¡sí!
su salado gusto a mar.

Se ha dormido entre jarcias la luna,
llora un tango su verso tristón,
y entre un poco de viento y espuma
llega el eco fatal de tu voz.
Tarantela del barco italiano
la cantina se ha puesto feliz,
pero siento que llora lejano
tu recuerdo vestido de gris.

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La casita de mis viejos
Música: Juan Carlos Cobián
Letra: Enrique Cadícamo
Barrio tranquilo de mi ayer,
como un triste atardecer,
a tu esquina vuelvo viejo...
Vuelvo más viejo,
la vida me ha cambiado...
en mi cabeza un poco de plata
me ha dejado.
Yo fui viajero del dolor
y en mi andar de soñador
comprendí mi mal de vida,
y cada beso lo borré con una copa,
en un juego de ilusión
repartí mi corazón.

Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos...
locuras juveniles, la falta de consejo.
Hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño,
y al golpear, como un extraño,
me recibe el viejo criado...
Habré cambiado totalmente, que el anciano por la voz
tan sólo me reconoció.

Pobre viejita la encontré
enfermita; yo le hablé
y me miró con unos ojos...
Con esos ojos
nublados por el llanto
como diciéndome porqué tardaste tanto...
Ya nunca más he de partir
y a tu lado he de sentir
el calor de un gran cariño...
Sólo una madre nos perdona en esta vida,
es la única verdad,
es mentira lo demás.

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La cieguita
Música: Keppler Lais (Patricio Muñoz Aceña)
Letra: Ramuncho (Ramón Bertrán Reyna)
A pesar del mucho tiempo
desde entonces transcurrido,
aún mi pecho conmovido
se recuerda con dolor
de aquel día que en paseo
vi en un banco a la cieguita
y a su lado a la viejita
que era su guía y su amor.
Y observé que la chiquita
de ojos grandes y vacíos
escuchaba el griterío
de otras nenas al saltar,
y la oí que amargamente
en un son que era de queja
preguntábale a la vieja:
¿Por qué yo no he de jugar?

A punto fijo no sé
si el dolor que sentí
fue escuchando la voz de la nena.
O fue que cuando miré
a su vieja advertí
que lloraba en silencio su pena.
¡Ay, cieguita!
Dije yo con gran pesar,
ven conmigo, pobrecita,
le di un beso y la cieguita
tuvo ya con quien jugar.

Y fue así que diariamente,
al llegar con su viejita
me buscaba la cieguita
con tantísimo interés.
¡Qué feliz era la pobre
cuando junto a mi llegaba
y con sus mimos lograba
que jugásemos los tres!...
Pero un día, bien me acuerdo,
no fue más que la viejita
que me dijo: La cieguita
está a punto de expirar...
Fui corriendo hasta su cama,
la cieguita ya moría,
y al morirse me decía:
¿Con quén vas ahora a jugar?

Y a punto fijo no sé
si el dolor que sentí
fue escuchando el adiós de la nena.
O fue que cuando miré
a su vieja advertí
que lloraba en silencio su pena.
¡Ay, cieguita!
Yo no te podré olvidar;
pues me acuerdo de mi hijita
que también era cieguita
y no podía jugar...

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La copa del olvido
Música: Enrique Delfino
Letra: Alberto Vaccarezza
¡Mozo! Traiga otra copa
y sírvase de algo el que quiera tomar,
que ando muy solo y estoy muy triste
desde que supe la cruel verdad.
¡Mozo! Traiga otra copa
que anoche, juntos, los vi a los dos...
Quise vengarme, matarla quise,
pero un impulso me serenó.

Salí a la calle desconcertado,
sin saber cómo hasta aquí llegué
a preguntar a los hombres sabios,
a preguntarles qué debo hacer...
Olvide, amigo—dirán algunos—,
pero olvidarla no puede ser...
Y si la mato, vivir sin ella,
vivir sin ella nunca podré.

¡Mozo! Traiga otra copa
y sírvase de algo el que quiera tomar...
Quiero alegrarme con este vino
a ver si el vino me hace oluidar.
¡Mozo! Traiga otra copa
y sírvase de algo el que quiera tomar.

arriba
La cumparsita
Música: Gerardo Matos Rodríguez
Letra: Gerardo Matos Rodríguez
La Cumparsa
de miserias sin fin
desfila,
en torno de aquel ser
enfermo,
que pronto ha de morir
de pena.
Por eso es que en su lecho
solloza acongojado,
recordando el pasado
que lo hace padecer.

Abandonó a su viejita.
Que quedó desamparada.
Y loco de pasión,
ciego de amor,
corrió
tras de su amada,
que era linda, era hechicera,
de lujuria era una flor,
que burló su querer
hasta que se cansó
y por otro lo dejó.

Largo tiempo
después, cayó al hogar
materno.
Para poder curar
su enfermo
y herido corazón.
Y supo
que su viejita santa,
la que él había dejado,
el invierno pasado
de frío se murió

Hoy ya solo abandonado,
a lo triste de su suerte,
ansioso espera la muerte,
que bien pronto ha de llegar.
Y entre la triste frialdad
que lenta invade el corazón
sintió la cruda sensación
de su maldad.

Entre sombras
se le oye respirar
sufriente,
al que antes de morir
sonríe,
porque una dulce paz le llega.
Sintió que desde el cielo
la madrecita buena
mitigando sus penas
sus culpas perdonó.

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La cumparsita (Si supieras)
Música: Gerardo Matos Rodríguez
Letra: Pascual Contursi / Enrique Maroni
Si supieras,
que aún dentro de mi alma,
conservo aquel cariño
que tuve para ti...
Quién sabe si supieras
que nunca te he olvidado,
volviendo a tu pasado
te acordarás de mí...

Los amigos ya no vienen
ni siquiera a visitarme,
nadie quiere consolarme
en mi aflicción...
Desde el día que te fuiste
siento angustias en mi pecho,
decí, percanta, ¿qué has hecho
de mi pobre corazón?

Sin embargo,
yo siempre te recuerdo
con el cariño santo
que tuve para ti.
Y estás en todas partes,
pedazo de mi vida,
y aquellos ojos que fueron mi alegría
los busco por todas partes
y no los puedo hallar.

Al cotorro abandonado
ya ni el sol de la mañana
asoma por la ventana
como cuando estabas vos,
y aquel perrito compañero,
que por tu ausencia no comía,
al verme solo el otro día
también me dejó...

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La fulana
Música: Alberto Mastra / Luis Rafael Caruso
Letra: Alberto Mastra / Luis Rafael Caruso
(milonga)
Tal vez, por ser afortunado en el querer
no he sido desconfiao pa’ la mujer
siempre supe entreverarme sin complicarme
y al fin largué.
La fui de mozo vivo y rompedor
mientras duró el jueguito ligador,
pero la última fulana
me adelantó el reloj.

La vi pasar y me enredé
en la armonía de su andar
¡Qué monumento al churro aquel!
¡Qué calidad!
Nunca creí, ¡pobre de mí! que esa fulana fuera mi fin.

Cuando mi orgullo de varón
entró el en juego de plantones y de ruegos
que ella lo esquivaba así.
¡Que no puedo! ¡Que quién sabe!
¡Que esta noche! ¡Que mañana!
La cuestión que la fulana,
me dio el dulce y lo mordí.

Ya ven
que aquel mocito taura y rompedor
hoy es un convencido jugador
bien calladito y conforme
con su uniforme de changador,
la pinta es puro grupo y nada más,
hay que vivir en serio y trabajar,
y buscar a la fulana
que a uno lo haga cambiar.

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La gayola
Música: Rafael Tuegols
Letra: Armando Tagini
¡No te asustes ni me huyas!... No he venido pa' vengarme
si mañana, justamente, yo me voy pa' no volver...
He venido a despedirme y el gustazo quiero darme
de mirarte frente a frente y en tus ojos contemplarme,
silenciosa, largamente, como me miraba ayer...

He venido pa'que juntos recordemos el pasado
como dos buenos amigos que hace rato no se ven;
a acordarme de aquel tiempo en que yo era un hombre honrado
y el cariño de mi madre era un poncho que había echado
sobre mi alma noble y buena contra el frío del desdén.

Una noche fue la muerte quien vistió mi alma de duelo
a mi tierna madrecita la llamó a su lado Dios...
Y en mis sueños parecía que la pobre, desde el cielo,
me decía que eras buena, que confiara siempre en vos.

Pero me jugaste sucio y, sediento de venganza...
mi cuchillo en un mal rato envainé en un corazón...
y, más tarde, ya sereno, muerta mi única esperanza,
unas lágrimas amargas las sequé en un bodegón.

Me encerraron muchos años en la sórdida gayola
y una tarde me libraron... pa' mi bien...o pa' mi mal...
Fui sin rumbo por las calles y rodé como una bola;
Por la gracia de un mendrugo, ¡cuantas veces hice cola!
las auroras me encontraron largo a largo en un umbral.

Hoy ya no me queda nada; ni un refugio...¡Estoy tan pobre!
Solamente vine a verte pa' dejarte mi perdón...
Te lo juro; estoy contento que la dicha a vos te sobre...
Voy a trabajar muy lejos...a juntar algunos cobres
pa' que no me falten flores cuando esté dentro 'el cajón.

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La guitarrera de San Nicolás
Música: Enrique Maciel
Letra: Héctor Pedro Blomberg
(vals)
Guitarrera, guardé tu guitarra
porque nadie sus cuerdas jamás
pulsará como tu las pulsabas
en las noches de San Nicolás.

¿Dónde están tus cielitos de sangre?
¿Dónde están tus vidalas de amor?
¿Dónde está la canción que cantabas
en los tiempos del Restaurador?

Tu también te llamabas Camila,
como aquella que amó hasta morir;
bajo el sauce de Santos Lugares
tu guitarra volcó su gemir.
En los patios que amó el jazminero
y que no te olvidaron jamás,
te escuchaban llorando los hombres,
guitarrera de San Nicolás.

Porque tu les cantabas de amores
en las noches del Restaurador,
y también, al oír tu guitarra,
las porteñas lloraban de amor.
Un jazmín floreció en tus cabellos,
y al cantar tu postrera canción
de rodillas cayó la Mazorca,
de Cuitiño sangró el corazón.

¡Ah, qué noche tan triste en el barrio
donde nunca volviste a cantar!
Todo el mundo lloraba en los patios
y el jazmín se empezó a marchitar.
Cintas rojas y flores de sangre
para que no te olviden jamás
coloqué en tu guitarra dormida,
guitarrera de San Nicolás.

arriba
La he visto con otro
Música: Antonio Scatasso
Letra: Pascual Contursi
La he visto con otro
pasearse del brazo...
Mis ojos lloraron
de pena y dolor.
En cambio, en su cara
sus negros ojazos reían
contentos de dicha y amor.

Recuerdo que en mis brazos
llorando me decía:
Serán pa' siempre tuyas
mi vida y mi pasión...
Jugó con mis amores...
La ingrata me fingía,
dejándome enlutado
mi pobre corazón.

La he visto con otro
pasearse del brazo.
Mis ojos lloraron
de pena y dolor...

Hay noches que solo
me quedo en el cuarto,
rezando a la Virgen
me la haga olvidar...
y al verla con otro
pasar por mi lado,
en vez de matarla
me pongo a llorar.

arriba
La luz de un fósforo
Música: Alberto Suárez Villanueva
Letra: Enrique Cadícamo
Nos encontramos, tú y yo,
y a conversar
nos detuvimos.
Un algo raro tenías
cuando callabas,
cuando reías...
La esgrima sentimental
al fin surgió
la tarde aquella.
Después... ¡qué poco quedó!
El viento todo lo llevó...

La luz de un fósforo fue
nuestro amor pasajero.
Duró tan poco... lo sé...
como el fulgor
que da un lucero...
La luz de un fósforo fue,
nada más,
nuestro idilio.
Otra ilusión que se va
del corazón
y que no vuelve más.

En todo, siempre el color
es del cristal
con que se mira.
De rosa, yo te veía,
cuando callabas,
cuando reías.
Después, con otro cristal,
cambió el color
y ya no eras...
La vida es toda ilusión
y un prisma es el corazón.

arriba
La maleva
Música: Antonio Buglione
Letra: Mario Pardo
Maleva que has vuelto al nido
de tu garufa arrepentida,
ya no sos la mantenida
que deslumbraba en el Pigall;
ya no tenés más berretines
de lujo y milonga,
de vicio y placer.
Volvés a tu vida primera
y la milonguera
vuelve a ser mujer.

Tal vez algún día
oyendo un tango malevo
arderá en tu alma un deseo
que matará el corazón.
Vos, que siempre fuiste
la reina de los festines,
ya no querés copetines,
ni tangos ni bandoneón.

Y ahora de nuevo en tu barrio
y por todos respetada,
viendo tu vieja encantada
con tu regeneración,
dentro de tu corazón
has de pensar que el cariño
tendió su manto de armiño
para abrigarte mejor.

arriba
La mariposa
Música: Pedro Maffia
Letra: Celedonio Flores
No es que esté arrepentido
de haberte querido tanto;
lo que me apena es tu olvido
y tu traición
me sume en amargo llanto.
¡Si vieras! Estoy tan triste
que canto por no llorar...
Si para tu bien te fuiste
para tu bien
yo te debo perdonar.

Después de libar traidora
en el rosal de mi amor
te marchas, engañadora,
para buscar
el encanto de otra flor...
Y buscando la más pura,
la más linda de color,
la ciegas con tu hermosura

para después
engañarla con tu amor.

Aquella tarde que te vi
tu estampa me gustó,
pebeta de arrabal,
y sin saber por qué yo te seguí
y el corazón te di
y fue tan sólo por mi mal.
Mirá si fue sincero mi querer
que nunca imaginé
la hiel de tu traición...

¡Qué solo y triste me quedé,
sin amor y sin fe
y derrotado el corazón!

Ten cuidado, mariposa,
de los sentidos amores...
No te cieguen los fulgores
de alguna falsa pasión
perque entonces pagarás
toda tu maldad,
toda tu traición.

arriba
La mariposa (Gorjeos)
Música: Carlos Galarce
Letra: Andrés Cepeda
(estilo)
Tiene muy lindos colores
La mariposa liviana
Mil encantos la mañana
Tiene la estrella fulgores,
Perfume tienen las flores
Misterio la fuente pura
El campo tiene frescura
El viento canciones suaves
Gorjeos tienen las aves
Sólo yo tengo amarguras.

Mil encantos tiene el día
Flores silvestres el suelo
Y tiene pureza el cielo
Que cubre la patria mía,
Tienen muchas melodías
Los mirlos con sus cantares
Y tienen calma los mares
Después de los aquilones
Todos tienen ilusiones
Sólo yo tengo pesares.

Entre sus broches la aurora
Tiene mil encantos presos
Encanto tienen los besos
De la mujer que uno adora;
La guitarra cuando llora
También tiene mil ternezas
La noche tiene grandezas
Que sus crespones estampa
Frescura tiene la pampa
Sólo yo tengo tristezas.

No vengas a mí a llorar
Hijo soy de la congoja
El árbol seco sin hojas
¿Qué sombra nos podrá brindar?
Cansado estoy de llamar
A la prenda que perdí
Todo es pena para mí
Aunque el dolor no me sacia;
¿Qué he de hacer si mi desgracia
me besó cuando nací?

arriba
La mazorquera de Monserrat
Música: Enrique Maciel
Letra: Héctor Pedro Blomberg
Cumplió quince años la primavera
del año rojo de la ciudad,
y la llamaban "La Mazorquera"
en todo el barrio de Monserrat.

Eran sus ojos negros, traidores,
y lastimaban como un puñal,
y los sargentos restauradores
le dedicaban ese cantar:

"Cuida la vida del que te quiera
porque cien dagas lo buscarán
por tus amores de mazorquera
en la parroquia de Monserrat..."

Bajo el rebozo, rojos, sangrientos,
los labios de ella reían más
y las guitarras de los sargentos
así volvían a suspirar:

"¡Por tus amores degollaría
hasta el porteño más federal!
¡Juan Manuel mismo te adoraría,
oh, Mazorquera de Monserrat!"

Y fue un sargento loco de celos
que hirió una tarde con su puñal,
la daga roja de sus cien duelos,
la Mazorquera de Monserrat.

Llena de sangre, mientras moría,
cayó una estampa de entre su chal,
y en el suspiro de su agonía
el mazorquero creyó escuchar

estas palabras, roncas, llorosas:
"Sólo a ti amaba..." Y al expirar
besó en la estampa la faz de Rosas
la Mazorquera de Monserrat.

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La mentirosa
Música: Anselmo Aieta
Letra: Francisco García Jiménez
Cuanto te amé, puedo decir que jamás
otra mujer, podré querer como a vos.
La juventud no volverá nunca más
y a la ambición ya puedo dar el adiós.
Qué tiempo aquel, hora fugaz que pasó,
todo el valor de una pasión conocí.
Cuanta feliz frase de amor escuché,
que siempre yo, sumiso y fiel te creí.

Las caricias de tus manos,
tus palabras de ternura,
dejaron cruel amargura,
porque nada fue verdad.
Besos falsos de tu boca,
juramentos, ilusiones,
mataron mis ambiciones,
sin un poco de piedad.

Pero, por el mal que vos me hiciste,
solo dice mi alma triste,
mentirosa, mentirosa.
Todo lo que me has hecho pasar,
penas, llanto,
con otro lo has de pagar.

Ya encontrarás quien un amor fingirá
entonces sí, vas querer sin mentir,
has de ser vos la que al final llorará.
Siempre de mi te acordarás al sufrir,
ha de sangrar tu corazón al pensar,
en todo el mal que hiciste a mi ilusión
y hasta al morir, hasta el morir, mirarás
los ojos del fantasma de tu traición.

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La milonga y yo
Música: Tito Ribero
Letra: Leopoldo Díaz Vélez
(milonga)
Con la milonga la voy
de igual a igual
porque también soy milonga...
Nací en un barrio sencillo y querendón
y me fajaron al son del bandoneón.
Cuando hubo bronca entre guapos
no siempre el más taura
quedaba de capo.
Se caminaba con aire sobrador,
se chamuyaba al revés por diversión
y era el piropo una industria nacional
florida y sentimental.
Con la milonga la voy
de igual a igual...
Somos del mismo arrabal.

Vamos subiendo la cuesta
que arriba la noche
se viste de fiesta;
vamos que arrullan los fueyes
y al ritmo de un tango
recuerdos nos llueven...
Veo pasar a Don Juan y El Cachafaz
y a El Entrerriano montando El pangaré,
con La Morocha argentina y la casquivana Ivette...
Con la milonga la voy
de igual a igual:
yo soy porteño de ley.

En un conlvoy de San Telmo florecí
entre perfumes de rosas y jazmín
y no hubo noche de plata
que no me prendiera
a la serenata.
Por amistades no me pude quejar
—desde el más taura al shusheta más bacán—
y pa'bailar fue lo mismo en el salón
que el patio del corralón...
Con la milonga la voy
de igual a igual...
Somos del mismo arrabal.

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La mina del Ford
Música: Antonio Scatasso
Letra: Pascual Contursi
Yo quiero un cotorro
que tenga balcones,
cortinas muy largas
de seda crepé...
Mirar los bacanes
pasando a montones,
pa' ver si algún reo
me dice: ¡Qué hacé!...

Yo quiero un cotorro
con piso encerado,
que tenga alfombrita
para caminar;
sillones de cuero
todo repujado
y un loro atorrante
que sepa cantar...

Yo quiero una cama
que tenga acolchado...
Y quiero una estufa
pa' entrar en calor...
Que venga el mucamo
corriendo apurado
y diga: ¡Señora!
¡Araca! Está el Ford...

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